DE REPENTE, LA VIDA.
Siempre supimos que sería difícil conocer un poco más de nuestro mundo sin saber de sus raíces y pertenencias. Lo creímos tan nuestro que apenas lo vivíamos, diferentes como somos, incluso cuando no hay tiempo para saber por qué nos perdemos en las diferencias y sus contrarias. La sospecha de aquel mundo posible, siempre a mano, ha trastornado nuestra quietud y aún sugiere que generemos la suerte que diese noticia, no de lo que éramos, que jamás nunca lo hemos sabido, menos aún de buscar la frontera entre las excepciones y las reguladas normas. ¿Había lugar? A duras penas, de lo que queremos ser. Humilde dialéctica. O pacientes roces con los que construimos nuestra inercia.