LAS DELICIAS SOBREVENIDAS.

Nadie nos dio permiso para vivir a oscuras
y deslizarnos suaves sobre los recuerdos,
motivados y estimulados a emprender el esfuerzo.
¿Quién pudo perdonar a nadie sin sumergirse?
Por eso abrimos la puerta a la hipocresía,
a la apariencia, reforzamos y estilizamos
la mentira, abrazándonos a la corrupción
y al vicio (para qué negarlo, nos pudo el morbo)
y así encontrarnos con tantas razones nobles
para seguir viviendo y ninguna para morir.

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